La verdad de Dios sobre tu pecado sexual secreto

La Biblia no se queda callada sobre el tema de la masturbación. No nos deja suponer. Es verdad que las Escrituras nunca mencionan la masturbación específicamente. Sin embargo debido a que la Biblia sí habla profundamente y explícitamente acerca de la sexualidad y la lujuria pecaminosa, no tiene que hablar de forma explícita sobre algo estrechamente relacionado, como lo es la masturbación.

Echemos un vistazo a dos formas en que la Biblia nos habla de la masturbación aun sin mencionarla.

En primer lugar considere que, si la masturbación es extremadamente común (como son la mayoría de los pecados) y casi siempre asociado con la lujuria pecaminosa, podemos asumir con seguridad que lo mismo fue verdad en el mundo antiguo. Así que, piensa en Jesús, cuando entregó el Sermón del Monte. Él básicamente dijo: “Imaginar tener relaciones sexuales con una mujer es un forma de adulterio”(Mateo 5:28). ¿No crees que la masturbación es una clara aplicación y exactamente el tipo de acción a la que Él se refirió?

En segundo lugar, considera que la Biblia nunca se refiere directamente al aborto.  Aún así, las Escrituras hablan claramente del valor de la vida humana y del pecado de asesinato, por ello tenemos razón al concluir que el aborto es pecado. Es casi exactamente de la misma manera, debido a que las Escrituras nos hablan claramente acerca del poder de la sexualidad y el pecado de la lujuria, podemos concluir que la masturbación es asimismo pecaminosa. En cada caso la acción específica está tan estrechamente vinculada a una categoría grande de pecados que la conexión  y el estado moral compartido son simplemente obvios.

El daño causado

¿Por qué exactamente es pecaminosa la masturbación? Lo más importante, al igual que cualquier otro pecado, es porque viola la santidad de Dios. La masturbación es contra Dios, contra Sus caminos y Su propósito de cómo un hombre y una mujer se deben relacionar entre sí en una unión matrimonial que refleje la relación entre Cristo con la Iglesia.

La masturbación también es pecaminosa porque nos compromete. Estamos hechos a la imagen de Dios. Estamos destinados a glorificarlo en cada aspecto de nuestras vidas, y la masturbación nos impide esta misión en dos formas principales: contaminando nuestras mentes e inclinándonos al aislamiento.

La contaminación de la mente

La gratificación sexual, por supuesto, no es un acto meramente físico, sino que involucra a la mente muy a menudo con intensidad. Durante la masturbación, las imágenes pornográficas, sean  visualizadas externa o internamente o simplemente imaginadas, casi siempre proveen un tipo de combustible. De hecho la gran mayoría de veces estas fantasías son imposibles de separar de la masturbación en sí misma. Este tipo de fantasía puede ser peligrosa al menos en dos formas.

En primer lugar, como la mayoría de los adultos han aprendido de la manera difícil, la realidad no suele ser tan maravillosa como la fantasía. Muchas personas crean expectativas para el sexo que la realidad no puede satisfacer. En la fantasía siempre funciona todo. La otra persona siempre está dispuesta y con la capacidad de participar. En otras palabras, esto no es la vida real. Y en esta manera la fantasía eventualmente e inevitablemente  forma expectativas no sanas e irreales del sexo.

En segundo lugar,  al igual que las escenas de sexo en las películas raramente involucran parejas casadas, quienes pueden disfrutar del sexo legítimamente delante de Dios, la fantasía raramente girará en torno a parejas sexuales legítimas. En teoría, es perfectamente bueno que una mujer sueñe tener un encuentro sexual con su esposo, pero más allá de esto Dios no nos da el derecho de fantasear con un esposo imaginario o con una persona que puede un día ser un esposo. La masturbación incluso bajo estas circunstancias puede animar a cualquier mujer a llenar su mente, deseos y fantasías con pensamientos de otro hombre. Y una mujer cristiana soltera, a quien Dios no le ha dado una pareja para con la que pueda consumar el deseo sexual, simplemente no tiene una razón legítima para perseguir la fantasía sexual  en lo absoluto.

Algunos protestan que cuando se masturban no es más que un acto físico, algo que se hace para aliviar el estrés o el aburrimiento. Ellos insisten en que no sucumben a pensamientos inapropiados. Yo soy muy escéptico de estas afirmaciones, pero no los  desecho porque no puedo ver en el corazón de cualquier otra persona o  leer la mente de nadie más. Pero aun suponiendo, a efectos de argumentación, que una pequeña proporción de mujeres que se masturban sin imágenes pornográficas o fantasías en la cabeza,  todavía existe al menos una poderosa razón por la que la masturbación es tan perjudicial.

Aislamiento

Un examen minucioso de las enseñanzas de la Biblia sobre la sexualidad no revela ninguna razón para creer que Dios ha destinado el sexo para ser una actividad privada.  De hecho, el corazón y alma de la sexualidad es el dar y recibir  placer sexual entre dos personas. Un esposo y una esposa. El sexo tiene la intención de ser el medio de satisfacción mutua, una expresión de amor  en la que el esposo piensa primero en su esposa y la esposa piensa primero en su esposo. Es un medio poderoso y único con el que un esposo y una esposa pueden cumplir el mandato de Dios a tener en mayor estima a otros que uno mismo. A medida que cumplen las necesidades el uno del otro, ellos también tienen sus propias necesidades satisfechas. ¡Es una bella imagen de la intimidad! Como cualquier pareja casada puede testificar,  entre menos egoísta  es la relación sexual mejor es. Cuanto más cada cónyuge busca agradar al otro, más plena, gratificante y hermosa es la experiencia.

Este mutuo dar y recibir, el corazón del propósito de Dios para la sexualidad, es exactamente lo que la masturbación no puede proveer. La masturbación despoja la sexualidad de su propósito divino de satisfacción mutua. Donde la expresión sexual legítima tiene la intención de producir la unidad, la masturbación produce aislamiento y división. La masturbación es inherentemente egoísta. Un acto destinado para ser compartido entre dos personas es completa y exclusivamente acerca de una persona, una sola. La masturbación socava profundamente la capacidad de una mujer de negarse y resistir a la mayoría de sus tendencias, egocéntricas y aislacionistas pecaminosas.

La masturbación simplemente no puede cumplir con el plan de Dios para la sexualidad, y por lo tanto no tiene lugar en la vida de alguien quien dice ser cristiana.

Pero ¿qué pasa con la culpa?

¿Qué de la vergüenza que hace que las  jovencitas  teman ser descubiertas, sorprendidas y ser avergonzadas? ¿Debemos tratar simplemente deshacernos de la culpa? En el afán de preservarnos del dolor muchos de los consejos que recibimos nos enseñan a ignorar nuestra conciencia moral. Lo que parece deformar nuestras almas más que aumentar (enfatizar o hacer hincapié) nuestra mente ( psiquis).

Habla honesta y abiertamente con los jóvenes , no obstante, ellos si quieren hablar de sus luchas con la masturbación. Ellos quieren ser recordados de que es un error y que ellos pueden y deben superarlo. La culpa que sienten no es irracional, sino una manifestación de la gracia de Dios. Como una terminación nerviosa le dice que quite una piedra de su zapato antes de empezar a sangrar, así la culpa es el dolor con un propósito correctivo.

Es importante aclarar de qué deberíamos ser culpables en primer lugar. (Como John Piper diría: “no desperdicies tu culpa”). La masturbación es, obviamente, una acción muy gráfica, por lo que puede ser natural enfocarse en el hecho, como el problema esencial. Los jóvenes generalmente se sienten mal por haberse masturbado (o haber sido tentados fuertemente a hacerlo). Pero la masturbación realmente es solo la manifestación externa de un problema interno. Hay culpa y dolor emocional y un sentido de estar sucio por dentro, porque el acto de la masturbación ha revelado la corrupción que continuamente ha morado dentro de nosotros. Si, el acto de la masturbación es malo en sí mismo, como lo reflejó Pablo en el mandato a tener dominio propio. Pero, la única razón para que ocurra en primer lugar es a causa del pecado que mora en nosotros. Como Joshua Harris escribe en El sexo no es el problema (la lujuria lo es), "la masturbación no es un hábito asqueroso que hace la gente sucia. Esto solo revela la suciedad que ya está en nuestros corazones.” Así que, aunque  la masturbación no hace a nadie inmundo, si crea una carga mental y espiritual mientras  las jovencitas  luchan con sentimientos de culpa, remordimiento y vergüenza. Desafortunadamente, para la mayoría de las personas, la culpa sola, no es suficiente para frenar nuestras conductas pecaminosas. Tristemente, sin embargo, para muchas mujeres jóvenes cristianas, la culpa sobre la masturbación puede llegar a ser tan extrema que comienza a definir su estado espiritual.  Algunas incluso empiezan a cuestionar su salvación, viéndose exclusivamente a través del lente de este pecado persistente. No hay duda que este es un pecado grave, pero no merece que se le dé tal prominencia. Cuando inflamos la importancia de este acto,  Josh Harris escribe sabiamente,” vamos a pasar por alto las muchas evidencias de la obra de Dios en nosotros o vamos a ignorar otras expresiones más graves de la lujuria que Dios nos quiere mostrar."

Si luchas con este pecado, debes saber con certeza  hay esperanza para ti, la esperanza de un cambio real. No busques aliento  en el  frío consuelo de que "todo el mundo lo hace". La forma de evitar la agonía de la culpa no es ignorar el pecado o hacer algún esfuerzo vano de convencerse a usted mismo que es inofensivo. La solución a la culpa es centrarse en la obra terminada de Cristo en la cruz. Toma aliento en las Buenas Nuevas del Evangelio. La sangre de Jesús fue derramada por los pecados como éste, y el poder del Espíritu Santo ha sido dado a nosotros para que podamos vencer el pecado. La masturbación no es un pecado que esté más allá del poder de Dios. Tú puedes ser puesta en libertad.

About the Author

Tim Challies

Tim Challies is the author of www.Challies.com and a pastor at Grace Fellowship Church in Toronto, Ontario. He and his wife have two daughters in their teens and one son waiting for them in heaven. Tim writes articles and book reviews, and has published a number of books including Devoted: Christian Men and their Godly Moms and Seasons of Sorrow: The Pain of Loss and the Comfort of God.